Evocación y permanencia.

Por Manuel Parra Celaya.

«La Promesa, síntesis de la tarea por una ‘empresa grande’ que da sentido a la vida».

Un cuadro con los puntos de la Promesa preside la sala principal de mi domicilio. Cada mañana, al levantarme, tengo sus versos ante la mirada, que sigue clara y lejos a pesar de los pesares. He dicho versos. Sí, porque la redacción del texto es poesía; por definición, poesía que construye, y, como tal, imperecedera: ¿acaso alteraríamos, por fuer de modernidad, una sílaba de Juan Ramón, de Antonio Machado o de Ángel María Pascual?

Inevitablemente, tengo ante mí también, de balcón afuera, una realidad, una dura realidad. Pero el contenido de la Promesa también es real, como lo son los valores eternos; así se produce un contraste entre ambas realidades, la del Ideal y la del entorno difícil. Lejos de caer en el desánimo, la lectura en cada amanecer es un acicate, tanto para el esfuerzo personal como para la contienda colectiva y regeneradora.

Esa interiorización conforma mi modo de ser

Esfuerzo personal: que se basa en una introspección, mejor, interiorización, de cada uno de los valores contenidos en los puntos de la Promesa, síntesis de la tarea por una empresa grande que da sentido a la vida. Esa interiorización conforma mi modo de ser, ese estilo que, consciente o inconscientemente, procuro mantener en cada hecho y en cada palabra.

Contienda colectiva y regeneradora: no nos asustemos de las palabras, porque con-tender es debatir, contraponer ideas y propuestas junto a otros, y, del mismo modo, afirmar y sostener ante los que piensan distinto las propias convicciones, en el convencimiento de que la manida tolerancia no consiste en abdicar de ellas, como sinónimo de renuncia. Por lo tanto, al cotejar lo que me rodea hoy con lo que quedó escrito en la Promesa, subrayo la distancia abismal entre lo uno y lo otro.

Hay que elegir: o vivir conforme a la Promesa o reconocer que nos habíamos equivocado

No valen los paños calientes; ni mucho menos en retorcer interesadamente el verdadero significado de cada uno de los prometo para intentar conciliarlos con lo existente, en inútil y necia tentativa de adaptación a las circunstancias. Hay que elegir: o vivir conforme a la Promesa (vivir abarca pensamiento y creencia, palabras, obras y modo de ser) o reconocer que nos habíamos equivocado y preferimos hacer borrón y cuenta nueva de lo que representan sus once puntos.

En el caso de elegir la primera opción, debemos caer en la cuenta de que muchas personas en nuestro entorno, aun sin haber participado en nuestras bellas experiencias de juventud, comparten con nosotros una gran parte de los valores contenidos en la Promesa; lo que ocurre es que, quienes se oponen a ellos, hacen más ruido y disponen de mejores altavoces. Menos mal que la edad y la veteranía nos han llevado a hacer caso de los versos machadianos: distinguir las voces de los ecos. En todo caso, estos ecos, repetitivos e insidiosos, son los que parecen conformar el paradigma social predominante, ese que se guía por la corrección política; y a ellos vamos a referirnos a la hora de mostrar crudamente la contradicción entre nuestros valores y los contravalores imperantes…

El Creador como fundamento último de nuestros pensamientos y acciones

El mundo actual sigue empecinado en reiterar aquel pecado original del Edén bíblico: la soberbia, el querer situarse por encima de Dios; para ello, se le silencia o se le niega o se vive de espaldas a sus leyes naturales; se lleva este delirio hasta pretender superar su mejor obra, el hombre, con teorías como la del transhumanismo. Por el contrario, la Promesa comienza con un amar a Dios –amor de reciprocidad– y se considera el Creador como fundamento último de nuestros pensamientos y acciones, porque lo espiritual siempre ha sido el principal motor de las acciones humanas.

Descendiendo a lo terreno, observamos que España como Idea y realidad histórica y actual– está siendo objeto de duda por muchos; los silbos de la dispersión suenan en las Aldeas para romper su unidad y su ser; España, una, varia y plural, es cuestionada por algunos de sus propios hijos; otros se empeñan en mirarla con ojos miopes o estrábicos… Entretanto, la Promesa la contempla íntegra, preconiza el servicio hacia ella y afirma la responsabilidad de ser español en el concierto universal de los pueblos.

Y, como catalán que es el que escribe estas líneas, su dolor de España es doble, como las barras rojas y gualdas de la senyera, pues siente en su carne la insolidaridad y la animadversión de unos y la incomprensión o la dejadez de otros.

Hay que comprometerse para ser capaz de decir sí, prometo con sinceridad

Nuestra Promesa afirma también el servicio, frente al egoísmo, el esfuerzo en el estudio y en el trabajo, frente a la holgazanería, la justicia, frente a la arbitrariedad, la libertad, frente a cualquier forma de opresión y de irresponsabilidad, la hermandad, frente a la desavenencia, y la norma, frente a la desarmonía. Lo dicho: hay que situarse en favor o en contra, hay que comprometerse para ser capaz de decir sí, prometo con sinceridad.

Ya sabemos que se puede ser joven de corazón y de mente, pero uno reconoce que ya no lo es de edad; no obstante, se obstina en mantener la dignidad de cuando sí lo era, porque este carácter –también valor eterno e intangible– no tiene fecha de caducidad. Y, por ello, se considera un eslabón de la cadena, heredero de quienes fueron sus mayores y agradecido a ellos, y, a la vez, factor de comienzo para quienes le van sucediendo en funciones y destinos. Uno siguió las huellas de ayer y también dejó las suyas en diversas andaduras, para que sirvan, no como camino marcado, sí de guía y orientación hacia horizontes mejores.

La heroicidad va unida siempre al servicio a España y a la Obra Bien Hecha

Y, como dice otra canción, creo en la historia, que yo asumo en su totalidad, no fragmentada ni manipulada; y en quienes fueron sus protagonistas en toda situación, lugar y momento. En este aspecto, no se puede hablar, en puridad, de héroes grandes o pequeños, porque la heroicidad va unida siempre al servicio a España y a la Obra Bien Hecha; bien es verdad que algunos hasta llegaron a ofrendar su vida, como supremo sacrificio; y, así, recuerdo a todos esos protagonistas y los tomo como ejemplo, no para imitarlos en el gesto y en el rito, sino para adivinar su presencia en el mundo de hoy.

Todo eso me sugiere el repaso de la Promesa. Es inevitable que el ser humano eche, de vez en cuando, la vista hacia el pasado, más si está orgulloso de él; lo que se debe eludir es quedar atrapado en el recuerdo, porque entonces te vuelves inservible para el hoy. Tampoco, claro está, tiene validez un carpe diem que renuncia a lo vivido y pierde la perspectiva y la esperanza en un mañana mejor.

No dejo de confiar en poder oír, algún día, el sí, prometo de futuros nietos

¿Cómo olvidar la primera vez que respondimos con afirmaciones rotundas e infantiles a la lectura solemne de cada uno de los puntos de la Promesa? ¿Cómo olvidar –en mi caso– cuando oímos también a nuestros hijos idénticas afirmaciones en los actos celebrados en la cercanía de la fiesta del Patrón de nuestra juventud, san Fernando? No dejo de confiar en poder oír, algún día, el sí, prometo de futuros nietos…

Existe, pues, una continuidad generacional en los valores; si al caballero que describe el maestro Azorín no le podían quitar el dolorido sentir el paso de los siglos, las innovaciones y los cambios, a quienes peinamos canas no nos van a arrebatar un ilusionado sentir por muchos que sean los obstáculos y por muchas vueltas que dé el mundo. Al acabar estas líneas que me pide la Hermandad Doncel, vuelvo la mirada al cuadro de la Promesa, repaso, otra vez, sus once puntos y le pido a Dios que la Organización Juvenil Española siga fiel a su contenido –letra y música–, para que otras generaciones vean, por su esfuerzo, una España y un mundo distintos y mejores.

Manuel Parra Celaya

undefinedBarcelona, 1949. Ingresé en la OJE en Barcelona, en 1961, y estuve vinculado a la misma hasta bien entrado este siglo, desempeñando funciones de mando y de dirigente juvenil, en especial la dirección de la Escuela Almogávares, para la formación en el tiempo libre. Soy doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, durante más de cuarenta años he sido profesor de Lengua Española y Literatura, actualmente jubilado; de lo que no he abdicado es de mi vocación de educador. Actualmente soy presidente de la Hermandad del Frente de Juventudes de Barcelona, y delegado de la Hermandad Doncel en la misma ciudad. Ejerzo de articulista en diferentes publicaciones y constante aprendiz de España.

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